El pasado jueves, 12 de junio, en el Paraninfo de la Universitat de Valencia se rindió un sencillo y sincero homenaje a la figura preclara del, desde 1966, catedrático de Análisis Matemático de esa universidad, luego profesor emérito y honorario, Manuel Valdivia Ureña, don Manuel, como siempre se le conoció, que falleció el pasado 29 de abril a la edad de 85 años.
En la presidencia, cinco rectores: de la Universitat de València, Esteban Morcillo, de la Universitat Politècnica de València, Francisco Mora, de la Universitat Jaume I de Castelló, Vicent Climent, de la de Murcia, José Orihuela y la Vicerrectora de estudiantes de la Universidad de Alicante, Nuria Grané, en representación de su rector, amén de otras autoridades académicas. Representó a la RSME el profesor Juan José Nuño Ballesteros, miembro de su Junta de Gobierno.
En el público se encontraban la familia, encabezada por su viuda Teresa Benzal, una buena parte de sus 33 doctorandos, e integrantes del claustro de profesores de la Universidad y de la comunidad matemática valenciana.
En la vertiente académica tomó en primer lugar la palabra el catedrático de la Universitat Politècnica de València, Manuel López Pellicer, primer doctorando de don Manuel, quien glosó parte de su vida personal, incluyendo su infancia en Martos, su examen de Estado en Granada, su llegada a Madrid para estudiar un fallido primer año de derecho, y luego la carrera de Ingeniero agrónomo, en la que, además, se doctoró. Ejerció la profesión de ingeniero tanto en la docencia como en sus aplicaciones en el Instituto Nacional de Investigaciones Agrarias, lo que no le impidió obtener, ya casado, y por libre la licenciatura de Matemáticas y, en un tiempo record, doctorarse bajo la dirección de Ricardo Sanjuán. La lectura de los textos de Schaeffer y Khöte le llevaron al Análisis funcional, disciplina que enalteció y en la que resuelve conjeturas y problemas difíciles planteados por Schwartz y Grottendieck. Obtiene por brillante oposición la cátedra de Matemáticas para Químicos en la UV y posteriormente la de Cálculo en la escuela de Ingenieros Agrónomos de la UPV, que abandonaría en 1975 al aplicarse la ley de incompatibilidades. De formación autodidacta en investigación alcanza, en tiempos en los que la investigación matemática en España era escasa, los primeros lugares de la investigación en Europa, con el valor añadido de no haber realizado ninguna estancia ni predoctoral ni postdoctoral fuera de España, llegando a ser el científico español más citado en la década de los ochenta.
En segundo lugar tomó la palabra Manuel Maestre Vera, en nombre de los discípulos de don Manuel que están en la Universitat de València Tres de los discípulos que tuvo ya han fallecido, desgraciadamente. Glosó la bonhomía de don Manuel, su excepcional memoria y su gran visión geométrica que le ayudaba en las intuiciones así como el valor de su magisterio. Además de su potencial investigador, se le recordará por la manera en la que se dirigía al alumnado, de forma pausada y asombrosamente inteligible, con lo que conseguía transmitir su amor y pasión por las matemáticas. Esa claridad se remarcaba también en los congresos internacionales en los que hablaba en español mientras escribía en inglés (nunca sintió atracción por el estudio de otras lenguas) y, a pesar de ello, el público conseguía entenderlo a veces mejor que a algunos nativos sajones. Hizo un repaso por los últimos años de su carrera investigadora que sólo la muerte cercenó, lo que demuestra el hecho de que quedan pendientes de publicación dos trabajos que realizó en los últimos meses de su vida. Aprovechó la ocasión para citar la amplia cultura que lo adornó toda su vida, con amor por la poesía y la obra de la Generación del 27, los textos de Machado, que releía durante el final de su enfermedad y su conversación amena y profunda. La mención a algunas anécdotas más prosaicas dio la visión más humana del profesor.
Seguidamente, y en nombre de la familia, tomó la palabra Manuel Valdivia Benzal, hijo de don Manuel, quien agradeció a la Universitat, a la que su padre había dedicado toda su vida, el acto que se rendía y glosó su figura desde la óptica de un niño que crece viéndole hacer garabatos y pensar en Matemáticas cantando, y cantando bien, diversos palos del flamenco mientras paseaba por el pasillo de casa.
Finalmente cerró el acto el rector de la Universitat de València para agradecer que el profesor Valdivia haya sido uno de los mejores embajadores de la UV, llamar la atención sobre su vocación tardía, ejemplo para los jóvenes de ahora, de su trabajo arduo y continuado en la disciplina que amaba, en la universidad y en la ciudad que nunca abandonó, que le honró con la distinción de hijo adoptivo. Remarcó el hecho de que su viuda, Teresa Benzal, estuvo siempre al lado de su marido no sólo como esposa sino como secretaria en el departamento hasta su jubilación.
El acto estuvo acompañado por la música de un solista de violoncello que interpretó diversas obras, entre ellas una muy matemática fuga de Bach finalizando con el El cant dels Ocells de Pau Casals.
En el público se encontraban la familia, encabezada por su viuda Teresa Benzal, una buena parte de sus 33 doctorandos, e integrantes del claustro de profesores de la Universidad y de la comunidad matemática valenciana.
En la vertiente académica tomó en primer lugar la palabra el catedrático de la Universitat Politècnica de València, Manuel López Pellicer, primer doctorando de don Manuel, quien glosó parte de su vida personal, incluyendo su infancia en Martos, su examen de Estado en Granada, su llegada a Madrid para estudiar un fallido primer año de derecho, y luego la carrera de Ingeniero agrónomo, en la que, además, se doctoró. Ejerció la profesión de ingeniero tanto en la docencia como en sus aplicaciones en el Instituto Nacional de Investigaciones Agrarias, lo que no le impidió obtener, ya casado, y por libre la licenciatura de Matemáticas y, en un tiempo record, doctorarse bajo la dirección de Ricardo Sanjuán. La lectura de los textos de Schaeffer y Khöte le llevaron al Análisis funcional, disciplina que enalteció y en la que resuelve conjeturas y problemas difíciles planteados por Schwartz y Grottendieck. Obtiene por brillante oposición la cátedra de Matemáticas para Químicos en la UV y posteriormente la de Cálculo en la escuela de Ingenieros Agrónomos de la UPV, que abandonaría en 1975 al aplicarse la ley de incompatibilidades. De formación autodidacta en investigación alcanza, en tiempos en los que la investigación matemática en España era escasa, los primeros lugares de la investigación en Europa, con el valor añadido de no haber realizado ninguna estancia ni predoctoral ni postdoctoral fuera de España, llegando a ser el científico español más citado en la década de los ochenta.
En segundo lugar tomó la palabra Manuel Maestre Vera, en nombre de los discípulos de don Manuel que están en la Universitat de València Tres de los discípulos que tuvo ya han fallecido, desgraciadamente. Glosó la bonhomía de don Manuel, su excepcional memoria y su gran visión geométrica que le ayudaba en las intuiciones así como el valor de su magisterio. Además de su potencial investigador, se le recordará por la manera en la que se dirigía al alumnado, de forma pausada y asombrosamente inteligible, con lo que conseguía transmitir su amor y pasión por las matemáticas. Esa claridad se remarcaba también en los congresos internacionales en los que hablaba en español mientras escribía en inglés (nunca sintió atracción por el estudio de otras lenguas) y, a pesar de ello, el público conseguía entenderlo a veces mejor que a algunos nativos sajones. Hizo un repaso por los últimos años de su carrera investigadora que sólo la muerte cercenó, lo que demuestra el hecho de que quedan pendientes de publicación dos trabajos que realizó en los últimos meses de su vida. Aprovechó la ocasión para citar la amplia cultura que lo adornó toda su vida, con amor por la poesía y la obra de la Generación del 27, los textos de Machado, que releía durante el final de su enfermedad y su conversación amena y profunda. La mención a algunas anécdotas más prosaicas dio la visión más humana del profesor.
Seguidamente, y en nombre de la familia, tomó la palabra Manuel Valdivia Benzal, hijo de don Manuel, quien agradeció a la Universitat, a la que su padre había dedicado toda su vida, el acto que se rendía y glosó su figura desde la óptica de un niño que crece viéndole hacer garabatos y pensar en Matemáticas cantando, y cantando bien, diversos palos del flamenco mientras paseaba por el pasillo de casa.
Finalmente cerró el acto el rector de la Universitat de València para agradecer que el profesor Valdivia haya sido uno de los mejores embajadores de la UV, llamar la atención sobre su vocación tardía, ejemplo para los jóvenes de ahora, de su trabajo arduo y continuado en la disciplina que amaba, en la universidad y en la ciudad que nunca abandonó, que le honró con la distinción de hijo adoptivo. Remarcó el hecho de que su viuda, Teresa Benzal, estuvo siempre al lado de su marido no sólo como esposa sino como secretaria en el departamento hasta su jubilación.
El acto estuvo acompañado por la música de un solista de violoncello que interpretó diversas obras, entre ellas una muy matemática fuga de Bach finalizando con el El cant dels Ocells de Pau Casals.