Parece que si no hay que aplicar estrictamente la Ley de Igualdad, no se aplica. Por acción directa o indirecta, a veces por ignorancia, a veces por dejadez, a veces…
Hoy queremos hablar sobre congresos científicos. En multitud de ocasiones nos llega publicidad de eventos interesantes en nuestra área, y cuando nos disponemos a leer la información nos llevamos sorpresas con los conferenciantes plenarios. Ciertamente, cuando el evento está organizado por una sociedad científica reconocida nacional o internacional, el comité organizador y el comité científico tienen especial cuidado en respetar la paridad, en conseguir conferenciantes mujeres, y muchas de estas sociedades, como nuestra RSME, tienen además una normativa propia y un comité que vela por que se respete esa situación.
Sin embargo siguen realizándose congresos y workshops en los que no solo no hay presencia de mujeres entre los conferenciantes plenarios, es que ¡no hay ninguna mujer!
Parece que hablamos de algo del pasado, que es imposible que eso ocurra hoy en día, pero ocurre. En ciertos casos hay mujeres en los comités científico y organizador, pero las mujeres que se ven, esas que tienen que ser ejemplo para nuestras y nuestros estudiantes, esas que hacen ciencia todos los días, publican resultados originales en revistas importantes, hacen estancias de investigación, discuten de ciencia y dirigen sus trabajos de investigación, no son conferenciantes plenarias. ¿Cómo vamos a normalizar la presencia de la mujer si en el escaparate que son las sesiones plenarias de los congresos no están? De todos es sabido que lo que no se ve, es como si no existiera.
Habría que preguntarse seriamente por el motivo. Las justificaciones son variadas. La más habitual es que se busca a los conferenciantes por méritos científicos y no se mira el sexo. Pero… ¿de verdad no existen mujeres con méritos más que suficientes en cualquiera que sea el área? ¿de verdad? ¿ni una sola? No nos lo creemos. Más bien se crea una inercia por la cual se piensa casi siempre en las mismas personas como conferenciantes plenarias, que suelen ser hombres. Otra justificación que se suele dar es que invitan a mujeres pero rechazan la invitación. Pero… ¿no será que siempre preguntan a las mismas? ¿A quién preguntan que siempre responde negativamente? ¿A cuántas mujeres conocemos que rechacen sistemáticamente una invitación para ser conferenciante plenaria? ¿y hombres?
Y hay un factor más: en nuestro país, los congresos/workshops frecuentemente reciben subvenciones públicas, y además, quienes participan suelen pagar la cuota de inscripción y costearse los gastos con los fondos públicos de proyectos y/o grupos. ¿No deberíamos ser más cuidadosos?
Para terminar, vamos a proponer dos experimentos. El primero consiste en encontrar eventos científicos de los dos últimos años en los que entre los conferenciantes plenarios no haya ninguna mujer (no sirven las sesiones especiales), y en el segundo se trata de hacer una proporción entre el número mujeres que imparten una conferencia plenaria y el número de mujeres inscritas en el evento (esto es por si alguna conferencia plenaria es muy aburrida). Ganas dan de dar premios a estas aberraciones, aunque de verdad lo que dan ganas es de llorar. Pero nosotras continuaremos esta revolución para que cambien las cosas. Nos vemos tod@s en vuestro próximo congreso favorito, tanto en platea como en atril.
Elisa Lorenzo García, Eva Miranda Galcerán, Teresa E. Pérez Fernández y Elena Vázquez Cendón