Esta semana queremos hablar de dos artículos, uno publicado en el blog de Innovamos, por parte de Marta Macho Stadler, y el segundo, en el blog Mujeres con ciencia, por Inés Macho Stadler. Ambos están relacionados con el artículo que publicamos hace dos semanas sobre historias de resiliencia de mujeres matemáticas en sus carreras. Estos artículos ponen en evidencia la diferente evaluación que recibimos las mujeres frente a los hombres en diferentes ámbitos, por parte tanto de hombres como de mujeres, y lo que esto implica.
El llamado “efecto Jennifer y John”, en primer lugar, refleja cómo la mujer es evaluada más duramente simplemente por el hecho de ser mujer. Este efecto es la conclusión de un experimento, realizado hace siete años en la universidad de Yale, para el que se pidió a 127 profesores y profesoras que evaluaran el currículum de dos alumnos recién graduados: una chica (Jennifer) y un chico (John). Lo que estos profesores no sabían era que la documentación enviada era exactamente la misma: simplemente cambiaba el nombre del candidato. A pesar de ello, Jennifer obtuvo una puntuación menor que John en todos los ámbitos, por el simple hecho de ser mujer.
Además, un estudio publicado en abril de este año en el Journal of the European Economic Association y titulado “Gender Bias in Teaching Evaluations” respalda este hecho. La autora de esta publicación estudió los sesgos de género en las evaluaciones docentes de un grupo de profesorado universitario. Los datos de casi 20 000 evaluaciones docentes muestran que las mujeres son evaluadas en su docencia peor que sus compañeros por parte de tanto alumnas como alumnos, y además son juzgadas más severamente aquellas que explican contenidos matemáticos. Lo más sorprendente, y en línea con el efecto Jennifer y John, es que la calidad de los materiales docentes (los cuales son comunes a todo el personal docente, tanto profesores como profesoras, ya que se aprueban con anterioridad) fue evaluada más negativamente cuando el profesor era una mujer que cuando era un hombre. Esto pone en evidencia, de nuevo, que, simplemente por su género, las mujeres son evaluadas más duramente.
Como dice Marta Macho Stadler, las carreras de las profesoras se ven perjudicadas por este sesgo de género. No solo sus posibilidades de promoción son menores, sino que para intentar mejorar la evaluación de su docencia dispondrán de menos tiempo para dedicar a su tarea investigadora, impactando negativamente su carrera en la academia. Por ello es necesario reflexionar sobre las razones de este sesgo para luego trabajar en cambiarlo.