El envío concurrente de un trabajo a varias revistas, la falta de referencias apropiadas o la ocultación de información que permitan la reproducibilidad de los resultados obtenidos en una investigación, son ejemplos evidentes de falta de ética y de profesionalidad en la actividad que realizamos. Este tipo de comportamientos han sido señalados y sancionados mediante distintos mecanismos, desde editoriales, sociedades científicas e instituciones, a través de los códigos de buenas prácticas en la investigación. Pero no son estos los únicos ejemplos de falta de comportamiento profesional: ¿a qué no te sientes profesional cuando lo que se discute es tu aspecto y no tu trabajo? ¿cuándo el foco se pone sobre tu físico, tu orientación sexual o tu ideología, y no sobre tus contribuciones a la generación y transferencia de conocimiento y la innovación?
En enero de 2013, tal y como recogió La Gaceta de la RSME, la sociedad acordó adherirse al Código de Buenas Prácticas de la European Mathematical Society, que recoge una serie de principios a seguir en la investigación desde distintos roles (autoría, edición, evaluación y uso de datos bibliométricos). Las directrices que se establecen son coherentes con la tendencia general que se han seguido en las universidades y organismos de investigación, como por ejemplo el Consejo Superior de Investigaciones Científicas, que también cuenta con un Código de Buenas Prácticas, u otras asociaciones, como All European Academies (ALLEA), con su Código para la Integridad en la Investigación. Sin embargo, los mencionados códigos han tratado de concretar los aspectos éticos fundamentales que deben regir la labor del personal investigador en su actividad, pero solo en contadas excepciones se hace alusión al comportamiento que se debe seguir en los entornos de trabajo.
En este sentido, la Australian Mathematical Society o la American Statistical Association, han dado un paso más con la elaboración y aprobación de códigos de conducta para todas las actividades organizadas, apoyadas o patrocinadas por estas sociedades, poniendo el foco sobre la construcción de entornos colaborativos donde se ponga el valor el respeto personal y el crecimiento intelectual, donde cada cual pueda ser quién es realmente, animando la libertad de expresión y el intercambio de ideas en ambientes acogedores, libre de discriminaciones, acosos o represalias.
Desde la Comisión de MyM de la RSME, tal y como avanzábamos en la presentación de nuestros nuevos proyectos, trabajaremos en la elaboración de un código de conducta para las actividades de la sociedad que alcance a todos los implicados en la organización, participantes, asistentes y patrocinadores. Más allá de garantizar un comportamiento profesional en lo que atañe a la práctica científica e investigadora, debemos asegurar que en todas nuestras actividades se proporciona un entorno de trabajo libre de cualquier tipo de discriminación, ya sea por razones de género, orientación sexual, habilidades físicas o psíquicas, apariencia, raza, ideología política o religión. En la elaboración de este código se identificarán los comportamientos esperados y se relacionarán aquellos que se consideran inaceptables, así como las consecuencias de dichos comportamientos.
Una vez elaborado y aprobado por los órganos de decisión de la sociedad, esperamos que todos sus miembros tomen conciencia de la necesidad de aplicar las normas básicas de convivencia basadas en el respeto a la diversidad.