Actualmente profesor de matemáticas en la Universidad de Cantabria, Carlos Beltrán fue galardonado con el Premio José Luis Rubio de Francia en el año 2010 por sus trabajos en el campo de los Fundamentos de la Matemática Computacional, con especial énfasis en métodos numéricos para las ecuaciones no lineales. Diez años después, Beltrán nos habla del impacto que este reconocimiento tuvo en su trayectoria.
Pregunta.- ¿Qué supuso el premio a nivel personal?
Carlos Beltrán.- Para mí personalmente fue muy emocionante. Llevaba ya varios años trabajando; había alcanzado algunos éxitos de investigación que me hacían sentirme contento de la labor realizada y, aunque sabía que contaba con el aprecio de mis colegas cercanos, sentir el apoyo de la comunidad matemática española de un modo tan directo fue sencillamente fantástico. También me hizo ser consciente de que un logro así no era solo labor mía, sino que era posible gracias a todo el apoyo de mi entorno, empezando por mi director de tesis Luis Miguel Pardo y siguiendo por mis compañeros de departamento y muchos otros matemáticos españoles que me invitaron a presentar mi trabajo en distintas universidades. Fue, con todo el corazón, un momento muy feliz pues sentí que era felicidad mía y de todos los que me rodeaban.
P.- ¿Influyó de alguna manera en el plano profesional?
C. B.- Cuando recibí el premio ya tenía una carrera bastante consolidada en la Universidad de Cantabria, pero me ayudó a acelerarla y logré muy poco tiempo después una plaza de Profesor Titular que aún ostento. Tampoco tengo dudas de que ha sido un factor decisivo en otros méritos que conseguí después, y que me ha dado un empujón a la hora de lograr proyectos de plan nacional o el Premio Stephen Smale que me fue concedido unos años más tarde.
P.- ¿Cuál ha sido y cómo valorarías tu trayectoria profesional como investigador posdoctoral?
C. B.- Tuve mucha suerte, fui investigador posdoctoral durante dos años en la University of Toronto con un investigador de primera línea mundial (Michael Shub). Aprendí mucho, me divertí más aún, hice grandes amistades y numerosísimos contactos profesionales en esos años de tanta libertad. Justo al acabar ese periodo estaban buscando gente en la Universidad de Cantabria y logré volver así a mi ciudad, Santander, donde siempre había querido estar.
P.- ¿Qué opinas sobre la política científica que se lleva a cabo en España en los últimos años?
C. B.- Mi percepción es que en España falta financiación basal. Los proyectos nacionales aspiran a ser de excelencia con lo que mucha gente queda sin financiación, aparte de que la financiación que dan suele ser escasa. Uno siente muchas trabas a la hora de usar los fondos, con cosas razonables que resulta que no se pueden hacer. Durante mi etapa posdoctoral el gasto era muchísimo más libre, y nunca vi un abuso. También agradecería a los gestores y burócratas un esfuerzo por mejorar los tiempos. Por decir algo, un investigador en formación asociado a un proyecto puede llegar cuando ya ha transcurrido la mitad del tiempo del mismo, y muchas veces los fondos también llegan tarde. Seguro que no es fácil cambiar según qué cosas, pero quiero pensar que esto se puede mejorar con un poco de esfuerzo. Otro asunto importante en política científica es la valoración de los currículos de las personas. Me preocupa la tendencia, que veo creciente, hacia la llamada “numerología”: medir la valía de un investigador en función del número de artículos o del factor de impacto de las revistas en que publica. Estos índices inducen o pueden inducir a un cambio de conducta que no está basado en criterios de calidad de la investigación.