Licenciado en Matemáticas por la Universitat Politècnica de Catalunya, Roger Casals (Barcelona, 1988) hizo su doctorado en la Universidad Autónoma de Madrid y el ICMAT bajo la dirección de Vicente Muñoz y Francisco Presas. Su trabajo en topología fue reconocido con el Premio José Luis Rubio de Francia (JLRF) de la RSME en su edición de 2015 y, en 2016, con uno de los Premios Vicent Caselles de la RSME y la Fundación BBVA.
El jurado destacó sus numerosos y muy notables resultados en geometría simpléctica y de contacto, que en pocos años le ofrecieron un amplio y merecido reconocimiento. Una carrera a la que, destaca Casals años después, también ha contribuido el galardón de la RSME. “El premio ciertamente ha tenido efectos positivos a nivel profesional. Es difícil detectar exactamente a qué seminarios y conferencias he sido invitado por ello pero ha habido multitud de ellas, especialmente en España”, explica el investigador, quien considera que este reconocimiento “aporta un grado adicional en la presentación de cualquier candidato”. En su caso, “se mencionó explícitamente el JLRF en las ofertas de trabajo que tuve como un reconocimiento altamente positivo”. Igualmente positiva considera su trayectoria posdoctoral: “Estuve tres años en el Massachusetts Institute of Technology (MIT), pude resolver varios problemas en los que estuve trabajando y publiqué los resultados en revistas de buen nivel, por ejemplo, Inventiones, J. Amer. Math. Soc., Duke Math. J., GAFA, etc.”.
Profesor en la actualidad en una universidad de Estados Unidos, asegura que le gustaría tener la oportunidad de formar parte de la comunidad científica española. Relata, en este sentido, que “desde que me fui al MIT he estado en contacto con investigadores y profesores en España, atento a las posibles plazas y ofertas”. Y añade: “Valoro mucho el esfuerzo por parte de la comunidad científica, incluyendo la RSME, de promover la ciencia de calidad en España, y conseguir financiación y plazas dignas para las varias generaciones de investigadores jóvenes que quieren, y pueden, contribuir muy positivamente al desarrollo científico y tecnológico del país”.
Roger Casals señala que existen ciertas diferencias en las políticas científicas de Estados Unidos y España. Sin entrar en un análisis profundo, y desde una primera “interpretación subjetiva” en la que cualquier aspecto crítico responde al deseo de mejorar la ciencia y la investigación en España, expone tres puntos clave al respecto. Este es su testimonio:
1. “En EE.UU., la mayoría de posiciones posdoctorales son de 3 años. Un departamento en EE.UU. contrata una media de 3 a 6 postdocs cada año; las posiciones posdoctorales añaden una calidad adicional a la investigación de los departamentos y aumentan de forma significativa la actividad científica. Tener tres años permite que el posdoctorando se desarrolle completamente: con tiempo de publicar la tesis, trabajar en los nuevos resultados y publicarlos antes de pedir una plaza de profesor. En mi opinión, es crucial, para una investigación de primer nivel, tener cierto tiempo para atacar problemas de alto calibre. Contar con un par de años donde uno se puede centrar sólo en investigar, en vez de preocuparse por la siguiente plaza, permite al posdoctorando dar un salto de calidad sustancial en su investigación. No tengo datos numéricos a mi alcance, pero la experiencia que han compartido varios de mis compañeros investigadores en España difiere de este marco, teniendo frecuentemente que pedir plazas cuya duración es menor que 3 años, a veces significativamente menor. Hay que añadir también la ansiedad que deriva de la incertidumbre de quedarse sin trabajo, si uno no consigue una plaza, que naturalmente afecta a la calidad de la investigación. En este sentido, respecto a las oportunidades de transición de un doctorado a una plaza de profesor, creo que hay una diferencia entre la cultura científica en España y en EE.UU.”.
2. “En EE.UU. la calidad científica de un investigador se valora en términos casi exclusivos de su investigación, en la medida que esto es posible. Las becas, las ofertas de trabajo e invitaciones a conferencias se miden en parte con cartas de recomendación (y nominaciones), y en mayor medida el efecto de la investigación del candidato. En este sentido, se da una gran importancia al contenido de la investigación, propiamente dicho, y al impacto que ha tenido en el campo, y no a valores numéricos como factores de impacto, o valores más subjetivos, como la revista donde se publica el resultado.
No puedo hablar sobre la situación actual pero, al menos en mis años de doctorado en el CSIC, observé una tendencia distinta en España, fijándose más en el prestigio de las revistas donde uno publica, y los factores de impacto a la hora de valorar a un candidato (sea para una beca del ministerio o para una oferta de trabajo). Conozco muchos investigadores en España que ciertamente valoran la investigación de un candidato sólo en términos matemáticos, pero creo que hay una cierta diferencia cultural a la hora de evaluar candidatos entre EE.UU. y España, en particular difiriendo en el aspecto mencionado.”
3. “Finalmente, un buen departamento de investigación en EE.UU. contrata una media de uno o dos profesores nuevos cada año. Se intenta que la distribución de edades en los departamentos sea razonable, distribuida entre las cuatro décadas de actividad profesional (30-40, 40-50, 50-60 y 60-70). Del mismo modo, se abren las puertas y se facilita la contratación de cualquier candidato, proveniente de cualquier país, buscando la mejor calidad investigadora. La diversidad, tanto científica como cultural, da lugar a un crecimiento del desarrollo científico que es difícil de alcanzar con investigadores que se han formado en la misma escuela de pensamiento y entorno científico. En EE.UU. hay una gran facilidad para contratar a quien sea (independiente de acreditaciones del gobierno) y se valora mucho el hecho que un candidato traiga nuevas ideas. Creo que la calidad científica matemática en España se puede beneficiar –si no lo hace ya– de facilitar la contratación de matemáticos desde cualquier parte del mundo, al menos Europa y EE.UU., donde una plaza permanente en una universidad, hasta de catedrático, no requiera de acreditaciones que pueden ser difíciles de obtener para investigadores extranjeros.”
“Me gustaría muchísimo ver a los mejores departamentos de matemáticas de España compitiendo a primer nivel con los departamentos de todo el mundo. España tiene el potencial de conseguirlo: se ha conseguido hacer un gran progreso, pero hay que seguir añadiendo a esta positiva evolución”, concluye el matemático.