Comisión de Mujeres y Matemáticas–
La necesidad de promover la igualdad en ciencia se ha mostrado como uno de los mayores retos del siglo XXI ya que, pese al mayor porcentaje de mujeres frente al de hombres que deciden estudiar una carrera universitaria, el número de mujeres que se decanta por una carrera del ámbito STEM sigue siendo muy reducido, así como también las que deciden continuar en el ámbito académico. Para entender mejor esta situación y cómo se afronta desde las instituciones, hemos hablado con Silvia Rueda Pascual, ingeniera y doctora en Informática, madre y directora de la Unidad de Mujeres y Ciencia del Ministerio de Ciencia e Innovación.
Pregunta.- Nos gustaría empezar conociéndote un poco mejor: ¿Por qué decidiste estudiar Ingeniería Informática? ¿Y proseguir realizando un doctorado?
Silvia Rueda.- Cuando terminé en el Instituto no sabía qué estudiar. Me gustaban las Matemáticas, la Física, y me planteé esas titulaciones como opciones, pero quería algo más práctico. En aquella época, para quienes nos gustaban las Matemáticas, la moda era estudiar Telecomunicaciones. Sin embargo, aunque fue una de mis primeras opciones, acabé descartándola y, gracias a la recomendación de un amigo de la familia, me decidí por estudiar Ingeniería Informática. En cuanto a la decisión de continuar con el doctorado, lo cierto es que no fue demasiado meditada. Realicé un trabajo final de carrera muy orientado a la investigación en el ámbito de la simulación de conducción y, al terminar, empecé a trabajar con una beca de colaboración en el Instituto de Tráfico y Seguridad Vial. Me gustó y cuando me propusieron quedarme con una beca de investigación dije que sí…
P.- ¿Cómo fue tu experiencia siendo la primera mujer directora del Departamento de Informática de la Escola Tècnica Superior d’Enginyeria (ETSE-UV)?
S. R.- Bueno, fue toda una aventura, justo después de que mi hijo se incorporara al colegio cuando cumplió tres años y yo empezaba a recuperar mi dedicación a la investigación y la docencia se convocaron elecciones a la dirección del departamento. Fue entonces cuando un amigo me hizo la típica pregunta de: “Oye, ¿tú por qué no te presentas?” Y la verdad es que, aunque al principio no estaba muy segura, al final digamos que me lancé.
Fue una experiencia muy intensa. Sobre todo, el segundo periodo de tres años en el que se dieron una serie de situaciones muy complejas incluyendo la pandemia de la COVID, en la que tuvimos que dar respuesta de forma rápida con un departamento de 100 personas con muchas preguntas que nadie sabía bien cómo resolver. Lo cierto es que estoy muy contenta y orgullosa del resultado, que no solo fue mérito mío sino también de todas las personas que estuvieron al pie del cañón y, en especial, a Esther DeVes, secretaria del departamento, y a Paula Marzán, que en aquella época era la directora de la Escuela.
P.- Hablemos un poco de tu investigación ¿Nos podrías explicar en qué consiste la brecha digital de género, una de tus líneas de investigación?
S. R.- La brecha digital de género hace referencia a las diferencias existentes entre hombres y mujeres tanto en el uso como en el acceso a la tecnología. Diferencias que nos afectan en la inclusión y opciones laborales dentro de la sociedad actual.
Un aspecto clave es que, a diferencia de otras brechas digitales como la de la edad o la del territorio, la brecha digital de género resulta invisible. De hecho, cuando se rasca un poco y se pregunta sobre por qué hay menos mujeres que hombres trabajando en estos ámbitos o en estudios de estas áreas, simplemente se asume como libertad de elección y se considera que es algo normal y que no supone ningún problema. Sin embargo, las diferencias en los salarios y las dificultades a la hora de acceder a determinados servicios no nos dicen lo mismo.
P.- Dentro del grupo de investigación TADeSP (Técnicas Avanzadas de Desarrollo de Software centrado en la Persona), ¿de qué forma se tiene en cuenta la perspectiva de género a la hora de crear un software que puede tener en cuenta la persona que interactúa?
S. R.- Dentro del ámbito del desarrollo de software, la verdad es que es poco habitual que se tenga en cuenta la perspectiva de género ya que se tiende a pensar que las máquinas no tienen sesgos. Nada más alejado de la realidad. En particular, el software no suele estar pensado para las personas concretas que lo van a tener que utilizar y, además, está impregnado de los sesgos y estereotipos de las personas que lo desarrollan. Por poner un ejemplo, los ingenieros y las ingenierías informáticas pensamos y desarrollamos software pensando que quienes lo van a utilizar tienen los mismos conocimientos de informática que nosotras. Esto acrecienta la brecha digital, ya que lo habitual es que quienes usen dicho software tengan unos conocimientos mucho más reducidos sobre la tecnología.
P.- Actualmente ocupas una posición relevante dentro del Ministerio de Ciencia e Innovación, ¿nos podrías explicar un poco qué es la Unidad de Mujeres y Ciencia del ministerio
S. R.- La UMyC se encuentra dentro del Ministerio de Ciencia e Innovación (MCIN) y, desde su creación en 2005, asesora, impulsa y realiza el seguimiento de las políticas, planes, programas y medidas de igualdad en la I+D+i en el ámbito de actuación del MCIN.
Sus prioridades son:
- Realizar una rigurosa radiografía de las brechas de género que persisten en el sistema de ciencia, tecnología e innovación.
- Visibilizar la contribución de las investigadoras e innovadoras a la I+D+I.
- Ayudar a eliminar los sesgos de género en la selección y evaluación de personal. • Asesorar, formar y capacitar para un cambio en la cultura organizacional hacia entornos igualitarios y diversos.
- Fomentar la integración de la dimensión de género en el contenido de la I+D+I.
P.- ¿Cuál es la importancia que tienen este tipo de comisiones?
S. R.- Se trata de comisiones que ponen la Igualdad de Género en el punto de mira de las políticas de Ciencia e Innovación.
P.- ¿Qué medidas consideras más importantes de las que ha tomado el Ministerio o el Gobierno en general para disminuir la brecha de género en ciencia?
S. R.- Desde el Ministerio y la Unidad de Mujeres y Ciencia se viene trabajando en medidas de formación en perspectiva de género tanto para el personal del Ministerio como para las personas que evalúan los proyectos de investigación.
Además, realizamos informes periódicos para dar respuesta a las siguientes preguntas: ¿en qué situación nos encontramos frente al contexto europeo?, ¿cuáles son las causas detrás de esta brecha?, ¿cómo podemos ayudar a cerrarla? En particular, este año 2023 hemos elaborado una nueva edición del informe Científicas en Cifras y para 2024 tenemos previsto elaborar el informe Mujeres e Innovación. Se trata de dos documentos cuantitativos que ponen el foco en el ámbito de la investigación y la innovación respectivamente y que, no solo permiten al Ministerio y al Gobierno tomar medidas, sino que sirven como fuente de información para muchos grupos de investigación.
Otra de las medidas de reciente creación que me gustaría destacar sería el Real Decreto que regula el Distintivo de Igualdad que se otorga a las entidades que realizan investigación, desarrollo e innovación y que contemplan activamente políticas de igualdad. Un distintivo que pone en valor y visibiliza el trabajo que las instituciones de I+D+i llevan años desarrollando en pos de la igualdad real.
P.- Durante todos estos años formando parte o estando al frente de distintos organismos, comisiones, proyectos de investigación, etc., con el objetivo de conseguir acabar con la brecha de género en las carreras técnicas, ¿crees que la situación ha mejorado en todas las carreras? ¿Crees que ha mejorado el porcentaje de mujeres en los distintos niveles de la carrera investigadora?
S. R.- Yo creo que sí, que hemos de reconocer los avances que se han realizado en igualdad. Son muchos y muy importantes y, aunque queda mucho por hacer, las mujeres hemos podido ir adquiriendo más derechos. Es importante destacar en este sentido que España es referente en el ámbito internacional por las medidas que se han ido tomando y la legislación que se ha ido desarrollando. Así que yo creo que, aunque es cierto que debemos seguir trabajando, no debemos de perder de vista que sí se han producido muchas mejoras.
P.- Teniendo en cuenta las últimas noticias ¿crees que un movimiento similar al #MeToo o al reciente #SeAcabó sería necesario en la universidad para dar visibilidad a los problemas a los que nos enfrentamos las mujeres en la carrera científica?
S. R.- Sin duda, de hecho, el #MeToo universitario empezó ya hace tiempo, también aquí en España. Y es que las particularidades que tiene el ámbito de la Academia la hacen especialmente vulnerable frente a todo tipo de comportamientos machistas que pasan muchas veces desapercibidos. Y es que no podemos olvidar que se trata de un ámbito muy jerárquico que favorece las relaciones de poder tanto por la escala laboral dentro del sistema universitario, como en lo que se refiere a los roles dentro de los grupos de investigación. Si además añadimos que las agresiones sexuales se producen en todas las áreas, sin importar la formación académica o la cultura, tenemos un ámbito en el que se vuelve fundamental manifestar tolerancia cero. No hay excusa posible. Y debemos ser capaces de poner todas las medidas para eliminar esta lacra de todas las áreas y, por supuesto, también de la Academia.
P.- En tu opinión, ¿qué podemos hacer desde la Comisión de Mujeres y Matemáticas de la RSME para fomentar la igualdad en los grados en Matemáticas y en la carrera investigadora?
S. R.- Para mí existen dos niveles de actuación. En primer lugar, conseguir que todas las carreras tengan de base un número similar de hombres y mujeres, algo que todavía se percibe muy lejano. De hecho, en el caso de las Matemáticas hemos visto como ha habido un retroceso y se ha pasado de un 50-60 % de mujeres a acercarse peligrosamente al 30 % en los últimos años. En segundo lugar, una vez consigamos que esto deje de ocurrir, será importante trabajar para que la carrera investigadora deje de ser un camino de obstáculos para las mujeres y que, de esa forma, no se planteen abandonarla.
Por otra parte, también es importante trabajar en la integración de la perspectiva de género en asignaturas como Matemáticas con el fin de luchar contra la evidencia que nos muestra que los estímulos sociales y culturales impulsan que las niñas empiezan a verse como menos inteligentes que sus compañeros a la corta edad de seis años.
Mi consejo sería entonces trabajar para que esta percepción se acabe y que ellas se den cuenta de que sí son capaces. Para ello es necesario cambiar un poco cómo enseñamos las Matemáticas durante la primaria, la secundaria y el bachillerato. Y no, no se trata de hacer unas matemáticas rosas, sino de mostrar la usabilidad que estas tienen para solucionar problemas y, en particular, problemas sociales puesto que sigue siendo evidente que ellas se vuelcan principalmente en aquellas áreas más relacionadas con los cuidados.
Además, es importante garantizar que si las mujeres entran en la carrera investigadora van a poder progresar y obtener los mismos avances que los hombres, sin tener que sortear esa carrera de obstáculos de la hablábamos antes y que alcanza un momento culmen durante la maternidad.