Es tradicional pensar en la investigación en matemáticas como un proceso individual y así lo atestiguan la gran cantidad de trabajos con un solo autor. Sin embargo, durante toda la historia, la cooperación con colegas cercanos o lejanos ha sido un factor que ha permitido avanzar el conocimiento matemático. Atacar problemas desde formaciones complementarias (ortogonales en algunos casos) ha facilitado acelerar tanto la resolución de problemas como la creación de nuevas líneas de investigación. Si bien esto ha sido cierto a lo largo de la historia, la situación ha cambiado enormemente tanto en el trabajo interno dentro de los grupos de investigación como en la comunicación epistolar y los viajes: Los grupos de investigación en institutos y universidades han crecido en tamaño, las estancias cortas y largas de investigadores con colaboradores de otros lugares son comunes y la facilidad para trabajar a distancia ha aumentado. Estas líneas solo corroboran la experiencia personal de muchos investigadores en matemáticas.
Uno de los aspectos que ha crecido en esta situación es la colaboración internacional. Y las matemáticas están perfectamente situadas para ello. La universalidad del lenguaje y de los problemas facilitan la colaboración entre investigadores de culturas lejanas entre sí; no es una experiencia residual encontrar matemáticos con una formación cultural ajena que son capaces de abordar conjuntamente problemas de investigación, en los cuales la colaboración con investigadores de sus centros sería más complicada. Y eso no solo sucede a nivel individual o local, sino también a nivel de grupos más amplios.
A partir de finales de los años 70, y especialmente a partir de los años 80, matemáticos españoles empezaron a viajar y a recibir experiencias personales enriquecedoras que supieron traer de vuelta. Ahora no solo no es una situación excepcional, sino que desde hace tiempo nuestro país también es receptor de investigadores extranjeros que vuelven a sus países enriquecidos. Desgraciadamente pocos se quedan para incorporarse a nuestro sistema investigador, pero al menos los que lo hacen ya no son casos extremadamente aislados.
Un termómetro de esa situación es la colaboración de la RSME y de otras sociedades españolas (SEMA, SEIO y SCM) en la organización de eventos internacionales de investigación como ICM y ECM, o su participación en organismos internacionales como el CIMPA.
Nuestros premios para jóvenes formados en España han sido otorgados en varias ocasiones a investigadores extranjeros brillantes formados aquí, y también investigadores españoles han sido reconocidos fuera de España. Es verdad que seguimos todavía faltos de grandes premios, pero no son pocos los medallistas Fields con colaboradores españoles muy próximos.
Dentro de ese termómetro, los congresos conjuntos de la RSME son un ejemplo importante. Destacamos por su número los Encuentros Ibéricos de Matemáticas, con ocho ediciones (a las que hay que sumar las tres en Historia de las Matemáticas). Tradicionalmente desde la RSME se ha privilegiado su celebración en las universidades más occidentales y cercanas a Portugal, pero la colaboración se extiende a todo el territorio, con doctorandos intercambiando lugares de formación y acuerdos de cotutela. Uno de los éxitos de este acercamiento es contar con un Premio Rubio de Francia portugués.
Dentro de ese nivel de vecindad es más decepcionante no haber contado con un congreso conjunto con Marruecos y solo haber contado con uno con Francia. Con ambos países existe colaboración, aunque Marruecos siempre ha visto a Francia como su referente cultural. Solo hemos tenido un (nutrido, eso sí) congreso hispano-francés (en el que también colaboraron SEMA y SMAI) aunque las colaboraciones a nivel de formación doctoral, colaboración entre redes temáticas y relaciones bilaterales entre investigadores son muy amplias.
Con el resto de Europa se han organizado congresos puntuales con las sociedades italiana, sueca y polaca (en colaboración entre otras con la SCM), y también con las sociedades belga y luxemburguesa. Echamos a faltar congresos conjuntos con países con los que la colaboración es muy amplia, especialmente Alemania y el Reino Unido, sin olvidar a otros como Rumanía, Turquía o Suiza. Sería esperanzador (por lo que supondría de cambio en las relaciones internacionales) poderlo hacer también con Rusia.
Dentro de este recorrido queda por citar la relación con América, especialmente con América Latina. Las amplias relaciones culturales, científicas y personales permiten que el próximo año se celebre el VI Encuentro Conjunto con la Sociedad Matemática Mexicana. Es enriquecedor comprobar la existencia de redes investigadoras hispano-mexicanas, plasmadas también en la presencia permanente de investigadores mexicanos en España y españoles en México. Muestra también de la fortaleza de dichas relaciones son los dos congresos conjuntos con las sociedades argentina y brasileña, o la amplia lista de congresos temáticos iberoamericanos. Una última mención para la relación con Estados Unidos: no se ha repetido el exitoso congreso conjunto de 2003 pero la colaboración sigue muy activa, y muchos jóvenes investigadores eligen este país para doctorado, posdoctorado o para realizar allí su carrera profesional.
A modo de conclusión, mucho se ha avanzado, pero mucho queda por hacer. Es importante mantener las colaboraciones a todos los niveles, especialmente en los iniciales, fomentando la formación doctoral y posdoctoral de españoles en el extranjero y viceversa. Y por supuesto, internacionalizar nuestra plantilla investigadora.