No es exagerado considerar que el último tercio del siglo XX es el momento en el que se consolida una masa crítica de investigadores españoles en matemáticas de calidad. A pesar de que sería injusto menospreciar el trabajo de las generaciones anteriores, el peso de la comunidad matemática española hasta ese momento es pequeño tanto dentro de la comunidad matemática internacional como de la comunidad científica española. En el primer tercio del siglo XX se aprecia un primer intento de consolidación (la Edad de Plata) con la apertura de las matemáticas españolas al exterior y con las primeras figuras relevantes, pero falta cantidad y continuidad. La generación de investigadores que comienza su trayectoria a finales de los años 60 y durante los años 70 supone tanto un salto en la calidad de la investigación en matemáticas en España como un primer aumento en la cantidad. Esta generación empieza a tener relevancia internacional, lo que, unido a que un buen número de estudiantes españoles realizan sus tesis en centros extranjeros de prestigio, supone el trampolín para que en los años 80 y 90 el aumento cualitativo sea también cuantitativo. Este salto ha permitido un crecimiento sostenido de la actividad investigadora de nuestra comunidad.
Aunque parece que fue ayer, el núcleo duro de aquellos investigadores ha comenzado a retirarse, y el número de jubilaciones va a seguir siendo alto durante una temporada. Esta amplia retirada supone un reto para mantener la cantidad y calidad del tejido investigador en matemáticas, así como la presencia suficiente de las distintas áreas y el mantenimiento de los grupos a nivel geográfico.
En particular, se detectan algunas dificultades principales en este proceso de relevo:
- Las trabas impuestas por algunas universidades y centros de investigación a la hora de mantener o aumentar sus plantillas.
- La dificultad de atraer jóvenes estudiantes a la investigación con las condiciones laborales actuales.
- La rigidez del sistema a la hora de favorecer la vuelta de investigadores emigrados (muchos de los cuales no han tenido opciones de retornar hasta ahora) o la atracción de investigadores extranjeros.
En los últimos años, muchas universidades han amortizado plazas en matemáticas. Muchos de nuestros centros solo tienen en cuenta las necesidades docentes a la hora de renovar su plantilla y no existe una política de renovación de las plantillas sostenida en el tiempo que considere la calidad de la investigación como un elemento fundamental. La drástica disminución de estudiantes en la primera década de este siglo, problema que afectó a todo el mundo, y la escasa querencia de los dirigentes de algunas instituciones por determinado tipo de investigación afectó especialmente a la investigación más básica. Por fortuna, recientemente el crecimiento del número de estudiantes parece alejarse de esta tendencia, pero no sabemos si hasta el punto de corregir las pérdidas de décadas anteriores.
El crecimiento señalado en el párrafo anterior tiene su origen en la amplia necesidad de matemáticos en el tejido productivo, lo que paradójicamente ha planteado un nuevo problema, especialmente en las ramas más aplicadas. Los nuevos graduados y estudiantes de máster consiguen trabajos con unas condiciones económicas y de promoción muy alejadas de las que pueden obtener en la carrera académica. Además, la rigidez de nuestro sistema dificulta que aquellos graduados que después de trabajar en el sector empresarial se planteen regresar al ámbito académico puedan hacerlo. Siendo el primer paso para ello realizar una tesis doctoral, cabe señalar que las ayudas para el doctorado limitan el tiempo transcurrido entre su solicitud y la graduación, más allá de las condiciones económicas poco competitivas que ofrecen y que afectan a todos los interesados.
Una de las consecuencias de lo señalado en el primer punto de la lista anterior es que muchos centros extranjeros han contratado investigadores españoles con carreras prometedoras en sus inicios y consolidadas en la actualidad. Es una realidad que muchos de ellos no se plantean volver, pero recuperar a aquellos que sí quieran hacerlo es importante no solo para ellos sino para la propia conformación de nuestro tejido investigador, con la entrada de personal consolidado y con ganas de hacer crecer nuestra ciencia. Hemos visto cómo países vecinos (con mayor tradición matemática que nosotros) se han visto enriquecidos por la llegada de investigadores de fuera de sus fronteras. Afortunadamente, ya contamos con investigadores extranjeros, no solo investigadores posdoctorales que trabajan un tiempo en España, sino también personal estable. No obstante, posiblemente la cantidad siga siendo insuficiente. Tanto investigadores españoles como extranjeros que desean incorporarse al sistema español se ven afectados por una burocracia y una rigidez que impide que puedan acceder a puestos de trabajo acordes a su calidad. Por ejemplo, no es razonable exigir que un investigador consolidado se integre en el sistema español como profesor ayudante doctor.
Este artículo quiere contener un principio de diagnóstico, que debería ser complementado con un informe que contenga datos más precisos y, sobre todo, de propuestas concretas para atacar el problema.