Que a lo largo de sus 65 años de historia la Olimpiada Internacional de Matemáticas ha conseguido respeto, prestigio y consideración parece una afirmación ampliamente asumida en la comunidad matemática, y algo similar podría decirse de nuestra Olimpiada Matemática Española, que en este curso ha celebrado su sexagésima edición. Ya no suenan tanto ni tan alto las críticas que en cierto momento su sola mención (olimpiadas, concursos, competiciones) suscitaban por considerarlas elitistas, segregadoras y hasta perversas y traumatizantes para sus destinatarios. Y no siempre fue sencillo cambiar poco a poco estas percepciones.
Pero con el paso de los años, e inspiradas por la experiencia positiva de las de matemáticas, cualquier disciplina que se precie tiene su propia olimpiada. Hay olimpiadas de física, química, biología, informática, geología, filosofía, ortografía, economía…, por citar algunas. Las hay locales, regionales, continentales, internacionales; por correspondencia y presenciales; por equipos e individuales. Para pequeños de primaria, para mayores de 15, para menores de 13, para universitarios…. Y desde hace unos años, sí: olimpiadas femeninas.
¿Tiene algún sentido tal profusión de concursos y olimpiadas? Parece que en cuanto a las matemáticas se refiere, no cabe ninguna duda.
¿Y de las femeninas? Para ayudarnos a entender su posible impacto, pensemos por ejemplo un momento en una de las que nos resulta a nosotros más cercana y más querida: la Olimpiada Iberoamericana de Matemáticas. Cuando se celebró la primera, a finales de los 80 en Bogotá (Colombia), estaba ya ahí la Internacional (IMO), a la que, por supuesto podían concurrir delegaciones de todos los países, también de los iberoamericanos. ¿Por qué entonces una nueva, con el esfuerzo organizativo y económico que supone para los implicados? Nos bastó observar que en aquel momento en IMO solamente participábamos cuatro iberoamericanos: Brasil, Colombia, Cuba y España. Una nueva olimpiada, con el estímulo que una participación supranacional supone, pero más próxima a ellos, tal vez más familiar y amable, en español y portugués, fue la puerta para que muchos más países del área se familiarizaran con lo que la olimpiada implicaba, y sin ninguna duda su existencia ha contribuido muy favorablemente a mejorar la formación de profesores y a abrir puertas y horizontes a miles de jóvenes iberoamericanos, muchos de los cuáles son hoy excelentes matemáticos.
En la última Internacional (Chiba 2023) hemos estado presentes los 22 países miembros de la OEI, pese a los enormes esfuerzos que para muchos de ellos supone esta participación. Y hay casi cada año “oros” iberoamericanos en la Internacional.
Además, de nuevo, siguiendo el modelo de la de matemáticas como ocurrió con IMO, hay olimpiadas iberoamericanas de física, química y biología, entre otras.
Volviendo entonces a las olimpiadas femeninas, ¿no es natural también esperar que su mera existencia sirva como incentivo para esas chicas que renuncian desde el principio a participar en concursos y competiciones matemáticas?
Hablemos de números: de la página web de la Olimpiada Internacional puede extraerse información relevante sobre la participación. Por ejemplo, podemos ver que hasta 1999 participaron en IMO 6099 varones y 384 mujeres; Eugenia Malinnikova es una de ellas, además por partida triple, pues fue miembro del equipo de la URSS en tres ocasiones, ganando tres medallas de oro en los años 1989, 1990 y 1991. También lo es, en este caso duplicada, Maryam Mirzakhani, que repitió medalla de oro en 1994 y 1995.
En los años siguientes, con el aumento de países participantes ese pobre 6 % de participación femenina mejora algo. Por ejemplo, en 2008 –el año de la IMO de Madrid– ese porcentaje llegó al 11,5 %; fue la primera vez que superó, aunque con poco margen, la barrera del 10 %. En Chiba, ha llegado al 12 %.
Como dato “casero”, baste decir que en 42 participaciones españolas en IMO, hemos tenido diez mujeres en el equipo nacional.
La Olimpiada Europea Femenina de Matemáticas, la EGMO, nace en 2012 con la intención de brindar nuevas oportunidades y servir de estímulo a las niñas, ayudándolas a romper barreras y a perder el miedo, al posible fracaso, entre otras cosas. No nace como olimpiada de segunda categoría –basta mirar los problemas que en ella se proponen para convencerse de que no es así–, ni tampoco tendría sentido si se entendiera como un fin en sí mismo. Es, por el contrario, una manera de abrir a las jóvenes nuevos caminos. No se trata en absoluto de imponer cuotas. Y si la EGMO existe, será necesario seleccionar equipos nacionales y llegar paso a paso a “enganchar” a más chicas cuya presencia va notándose más en seminarios o sesiones de resolución de problemas, y, sobre todo, ilusionarlas.
¿Están cumpliendo estas iniciativas sus objetivos? ¿Tienen sentido? ¿Merece la pena el esfuerzo que significa su organización? Nada mejor que recoger, para finalizar, las posibles respuestas a estas preguntas en palabras de sus propias destinatarias, las niñas que han participado recientemente en la Olimpiada Femenina Española:
A lo largo de toda mi vida he sido la rarita a la que le gustaban las matemáticas, no sólo por disfrutar de esta disciplina, sino porque «encima» soy chica, pues aun buscando a propósito gente con mis mismos intereses es difícil encontrar más chicas que los compartan. Aunque no parezca gran cosa, esto acaba derivando, por muy poco que sea, en que una se sienta fuera de lugar. Por mucho que haya alguna chica más en la OME, allí seguimos siendo una minoría, las raras dentro del grupo de los raros. Esto no es así en la OFEM, donde por fin podemos experimentar la camaradería, y la sensación que todas anhelamos, de pertenecer a un grupo más grande que nosotras mismas, pues finalmente nos vemos rodeadas de más chicas que no sólo entienden todo esto, si no que están deseando compartir la misma experiencia inolvidable con las demás. (Raquel)
La olimpiada fue de lo más refrescante porque por una vez no sentía la necesidad de demostrar algo al mundo, no me sentía la representación de un colectivo al que calificarían de inútil si no conseguía buenos resultados. Me alegró saber que había muchas más chicas mejores que yo. (Elena)
Realmente fue una experiencia muy valiosa para mí: pude resolver problemas interesantes en un ambiente muy amigable, donde me sentí muy apoyada y bienvenida. Y también tuve la oportunidad de hacerme amiga de otras chicas a las que les apasionan las matemáticas ¡Muchísimas gracias! (Ekaterina)
¡Quiero estudiar matemáticas aún más, porque son toda una comunidad que motiva! (Anna)