En el último par de años han salido a la luz diversos escándalos relacionados con las publicaciones científicas, de los que se ha hecho amplio eco la prensa, y también nosotros a través de este Boletín. Se ha hablado mucho de prácticas fraudulentas (como aparecer como coautor de estudios en los que no se ha participado, publicar firmando como investigador de una universidad en la que no se trabaja realmente o empujar a colaboradores a citar trabajos propios más de lo adecuado), y de revistas depredadoras que en algunos casos permiten e incluso fomentan algunos de estos hábitos deshonestos. Esto ha llevado a muchos debates sobre buenas prácticas en la publicación de artículos matemáticos, centrados en muchos casos en la necesidad de evitar publicar en revistas de dudosa calidad científica, así como el resto de malas prácticas mencionadas. Sin embargo, si bien evitar todo este tipo de acciones es esencial, también nos parece importante fomentar un debate sobre buenas prácticas, no por oposición a las malas, sino por sí mismas. ¿Qué debemos considerar buenas prácticas a la hora de escribir nuestros trabajos sobre matemáticas?

Una persona que se haga esta pregunta podría decidir buscar información en internet. Al hacerlo, encontrará algunas webs con contenido muy importante, aunque esencialmente obvio: cosas como que se deben listar todos los autores de una publicación, que se deben declarar las fuentes de financiación o que se debe informar de posibles conflictos de interés a la hora de hacer revisión por pares (si bien consideramos que todas estas cosas son “obvias”, insistimos en que son importantes y se deben transmitir adecuadamente a los jóvenes que inician su carrera en el mundo de la investigación). Pero nos gustaría ir más allá y proponer un debate más filosófico sobre la naturaleza de los trabajos que producimos y sobre qué consideramos que deberían ser buenas prácticas. En última instancia, la responsabilidad principal de los artículos que se producen recae sobre los autores, y como autores deberíamos plantearnos qué cualidades queremos reproducir en nuestros trabajos. Proponemos aquí dos posibles direcciones.

Un debate que nos parece interesante en nuestro mundo tiene que ver con incluir todos los detalles de nuestras deducciones en los artículos. Por supuesto, no se puede incorporar todo, bajando hasta el nivel más elemental: los artículos tendrían una longitud monstruosa y sería imposible discernir las innovaciones reales entre el mar de deducciones elementales. Por lo tanto, se debe buscar un equilibrio entre lo que se presenta y lo que se deja implícito. El debate debe surgir en cuanto a dónde se encuentra ese equilibrio. En muchos casos, escribimos artículos solo para expertos en nuestras respectivas áreas, asumiendo que los lectores disponen de un gran conocimiento preliminar sobre el área y el tipo de matemáticas que se están desarrollando. Esto hace que la cantidad de personas que pueden leer nuestros trabajos sea bastante reducida, y supone una barrera de entrada muy importante, incluso para estudiantes que se quieren especializar en el área correspondiente. Creemos que es importante tener en cuenta esta barrera de entrada a la hora de escribir, y esforzarnos por alcanzar un punto que al menos permita a estudiantes de doctorado (si no de máster) seguir los desarrollos que se presentan. Este es un debate que consideramos importante, y sobre el que incidiremos en un futuro escrito.

Otro tema que nos parece relevante mencionar, aunque sea solo de pasada, tiene que ver con la subsanación de errores en las publicaciones. Todos nos esforzamos porque nuestros artículos tengan la mayor calidad posible en el momento de su publicación. Sin embargo, es indudable que a veces se escapan errores que tampoco se detectan en el proceso de revisión por pares y que llegan a la versión publicada del artículo. Estos errores resultan a menudo difíciles de subsanar, y también las editoriales han puesto impedimentos tradicionalmente, salvo que se trate de grandes errores que ponen en duda la validez de las afirmaciones que se hacen en el artículo. Pero también es probable que algunos de nuestros lectores conozcan a individuos que, empujados por el sistema de evaluación que tenemos (“publicar o perecer”), tienden a considerar que, una vez publicado, el artículo ya no necesita ningún cambio, aunque se detecte algún error en el mismo. Esto entra en conflicto directo con la honestidad intelectual que debe caracterizar un trabajo científico. Dado que los avances tecnológicos permiten que subsanar errores en artículos ya publicados resulte, no solo posible, sino incluso sencillo, creemos que la comunidad matemática debe empujar a las editoriales para que estas subsanaciones pasen a ser una parte normal del proceso (sin por ello restar importancia al proceso de revisión por pares, cuyo objetivo siempre deberá ser que los artículos se publiquen con la mayor calidad posible).

Estas son solo dos pequeñas facetas de un debate intrigante, cambiante con las nuevas tecnologías, y que no tiene respuestas claras. Animamos a todos los socios de la RSME a compartir estas preguntas con el resto de la comunidad, a discutirlas con vuestros compañeros y a hacernos llegar las conclusiones a las que lleguéis, así como otros debates relacionados.